Paseos de domingo

Una curva de ruta y barandas,
luego el camino.
Un camino largo,
que hasta hace poco años lo creía infinito.
Es de tierra
mezclada con el color de la arena,
a su lado,
pastizales largos.
La casita blanca,
mientras comienza asomar,
me crea emociones.
Todo un camino fantástico
de duendes y flores en su entrada.
No quiero pasar,
con solo imaginármela me caen lágrimas.
Después, los pinos de siempre,
los primero en ver,
los últimos en alcanzar.
¿Seguir caminando?
Para qué?
ese trecho es el que importa.
Y volvemos cansados,
con apenas un sol en las espaldas.
Como siempre,
ellos debajo de la sombra del níspero
esperándonos,
para cerrar así,
la ronda de mate.


Uno de mis poemas publicado en la antología, ¨Y seremos más, de C.A.L. (Campana Amanecer Literario)
La casita blanca es la casita de mis bisabuelos.
La última vez que fuí a Colón, fuimos hasta allí, esta igual, (abandonada) porque no la habita nadie, pero el camino con duendes y flores todabía están, pueden creerlo!
Mi madre y mi tía Yily se prendieron conmigo al alambrado y no podíamos creerlos, el caminito de piedras, las plantas como si alguien las regaría (seguramente ellos desde el cielo) el aljibe! la puerta con su mosquitero, las ventanas, y una planta de aloe vera, que hasta que no arrancaron una hoja no se fueron, los otros siguieron caminando, yo no pude quedarme tanto tiempo aferrada a la melancolía, ellas en cambio parecía que la casa las absorbía, pero recordaron todo, donde jugaban el galpón del abuelo donde estaba el zulqui que las paseaba, todo! y yo nunca voy a olvidar su acordeón, y de la abuela, las revistas de animalitos que me daba para entretenerme, mientras duraba la visita.
En memoria de mis bisabuelos maternos, con mucho amor.